La creciente escasez de agua obliga a la sociedad actual a realizar un cambio en la forma de gestionar los recursos hídricos. El agua debe ser concebida como un bien económico escaso con un alto valor medioambiental por el inminente riesgo de desertización al que nos enfrentamos. Los ayuntamientos necesitan, por tanto, un conjunto de infraestructuras que permitan almacenar y distribuir el agua haciéndose uso de un modelo sostenible de gestión integral. Los principales problemas en la gestión del agua en las ciudades son las fugas derivadas de roturas o deficiencias en las redes de distribución, por ello, invertir en la renovación, mantenimiento y seguimiento de la red es fundamental. Manejar el caudal y la frecuencia de riego según las condiciones meteorológicas pueden conseguir notables resultados.
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